sábado, 27 de septiembre de 2014

Vacío interior

No puedo evitar llorar al recordar sus palabras. Aquel momento en que decidió sincerarse y decirme lo que realmente sentía. Me abrió su corazón y vi, atemorizada e impotente, el vacío que reinaba en su interior.
Sin saber qué decir ni qué hacer, releía sus mensajes y visualizaba en mi mente los abrazos y las caricias que me habría gustado darle. También los besos, no sólo en los labios; le besaba la cabeza y la mejilla como tantas otras veces había hecho físicamente.
Maldecía el tener que conformarme con imaginar aquello en lugar de dárselo. Y cabreada por la distancia que obstaculizaba mi deseo de mostrarle mi apoyo, de ayudarle... lloraba cada vez más.
Con manos temblorosas busqué una forma de animarle que, a mi parecer, no dio resultado. La impotencia crecía en mí, rauda y veloz, conspirando contra mi debilitada fortaleza pero yo jamás abandonaría, a pesar de cientos de intentos infructuosos. Debía seguir intentándolo,
Probé con otras palabras. Probé mostrándole mi lealtad, asegurándole que siempre estaría a su lado, pero eso él ya lo sabía. Le dije que estuviera bien... nada. Donde yo intentaba mostrarle apoyo, él veía sufrimiento y desesperación y, en parte, no se equivocaba. Me conocía bien.
Me esmeré y continué, sin tirar la toalla, esperanzada de que alguna de mis palabras calara en él, de que algo funcionara... y de repente, tras una breve despedida y sin esperar respuesta, se marchó.


Autora: Alicia JSAD



jueves, 18 de septiembre de 2014

Pensamientos nocturnos de una mente bloqueada

Ser incapaz de hacer algo por tu bien es una de las peores situaciones en las que se puede encontrar una persona. Sentir como algo te destroza por dentro y sin embargo, permitir que continúe formando parte de tu vida.
En ocasiones, tus manos son las únicas que pueden controlar aquello que resulta dañino para tu persona. Tus seres queridos podrán apoyarte, intentar ayudarte e incluso, aquellos más cercanos, podrán influirte haciéndote divisar por momentos el buen camino; sin embargo, tu voluntad y tu motivación interna serán las fuerzas determinantes.
Pero, ¿Y si el hecho de eliminar aquello que tanto sufrimiento te provoca afecta negativamente a otras personas? En casos como estos entra en juego una tercera fuerza determinante. ¿Debes mirar antes por tu bien o por el de tus allegados? ¿Es preferible continuar decepcionándote a ti misma o ver la decepción en los ojos de aquellos que realmente te quieren?
Le das vueltas y más vueltas a lo que deberías hacer; a que opción sería la más adecuada, la correcta... Sientes como la impotencia se apodera de ti. Tu mente, saturada de hipótesis, pros y contras; acaba por bloquearse, impidiéndote pensar con claridad.
Y así transcurren los días, con la misma situación, sin cambios. Los cortes internos se multiplican, los pensamientos se ensombrecen y la esperanza se pierde con el paso del tiempo, como si de un reloj de arena se tratara.


Autora: Alicia JSAD