martes, 8 de octubre de 2013

Una noche cualquiera de llanto

Tumbada sobre la cama, lloro desconsolada sin saber que hacer. Mi mente se llena de preocupaciones, miedos y problemas; rayadas, como las suelo llamar. No pido ayuda, no. Callo mis penas, no las cuento a nadie, las guardo para mis adentros.
Abro mi WhatsApp, leo los mensajes recibidos y contesto con falsedad, fingiendo que no me pasa nada, que estoy feliz y mi sonrisa es verdadera. Mi sonrisa.. ni siquiera me hace falta fingirla, ocultar lágrimas es muy sencillo con una pantalla de por medio.
Un nuevo problema aparece. Nuevos mensajes me lo confirman y es que cuando más baja está mi autoestima, cuando más necesito apoyo emocional; aparece alguien que con sus palabras me hiere, que me hunde aún más.
Un nudo se forma en mi garganta. A duras penas puedo respirar. El ambiente se vuelve más cargado, las paredes parecen avanzar hacia mí y un calor sofocante recorre todo mi cuerpo. Siento una fuerte opresión en mi pecho. Tengo la sensación de que mi cabeza arde. Si no salgo pronto de esta prisión, acabaré asfixiada.
 "Tranquilízate"-me digo.
Pero de nada sirve. Sigo asfixiándome, sin obtener ayuda.
Me obligo a levantarme de la cama. Salgo acelerada de mi habitación y corro hacia la puerta que da a la calle. Noto como el aire se me acaba. Mi última esperanza se halla tras esa puerta.
Consigo alcanzarla, la abro y salgo impulsada al exterior. Inhalo todo el aire que mis pulmones son capaces de procesar, toso e intento ralentizar mi respiración hasta conseguir un ritmo de inspiraciones y espiraciones normal.
Transcurre aproximadamente un cuarto de hora hasta que consigo tranquilizarme. Respiro el aire fresco y paseo entre los árboles. Disfruto la soledad y tras una larga hora, decido regresar a casa.
Antes de volver a tumbarme en la cama, me miro en el espejo de la entrada. A pesar de que ya estoy mas relajada, la rojez y el rastro de las lágrimas en mi rostro delatan mi verdadero estado.
Me dirijo al aseo y me refresco la cara con agua fresca. Justo cuando voy a apagar la luz que ilumina la habitación, me llaman la atención mis ojos en el espejo. Son los mismo de siempre, con el destello propio que queda tras una noche de llanto. Sin embargo, no es eso lo que me sorprende; más que acostumbrada estoy a estas alturas, a ver tal brillo ensombrecer mi mirada. Es en la profundidad de la misma, en la que descubro algo que no había visto hasta ese instante: tristeza, sufrimiento, amargura..
Y es entonces cuando me pregunto a mí misma:
 "¿Vale la pena conservar en mi vida aquello que me causa tal dolor?"


Autora: JustSmileAndDreams


1 comentario:

  1. No, esa es la respuesta. Las cosas que nos dañan ni siquiera deberían ser consideradas "vida" porque en vez de dárnosla nos la quita. Pero es más difícil alejarlas de nosotros, por eso siguen ahí, somos débiles para echarlas. Aunque con ayuda siempre se puede ¿sabes? Y no es malo pedir ayuda, no lo es. No lo es. Y no es justo que te hundan y que te dejes hundir, ¿sabes lo que darían algunas personas por despertarse con un simple WhatsApp tuyo diciéndoles qué te pasa? Muchas personas estarían dispuestas a todo por intentar hacerte sonreír ese día, ese y los que vengan. No es taaaan duro ser feliz, es más duro sentirte como lo haces ahora. Hundida. Tocada. Y cada vez más al fondo.
    ¿Dónde ha quedado el JustSmileAndDreams por el cual te pusiste este nombre?

    Posdata: es encantador leerte y ver que sigues emocionando con lo que escribas, te he estado esperando <3

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