sábado, 4 de agosto de 2012

El filo de tus palabras


La rabia se apodera de ti. Estás muy enfadada. Sientes que lo que ha hecho no está bien. Aún puede cambiar de opinión, aún puede devolverte tu libertad para decidir que es lo que quieres hacer. No vas a consentir que te quite ese derecho.
Con los ojos llenos de furia, te diriges hacia él y al abrir la boca para reclamar lo que es tuyo, miles de palabras salen con fuerza al exterior, sin que nadie pueda detenerlas. Él intenta contraatacar. La discusión sube tanto de volumen que incluso los sordos pueden oírnos. Le dices todo lo que piensas y lo que no piensas también, pero en esos momentos no te das cuenta de lo hirientes que pueden ser tus palabras. Tal vez ni siquiera te das cuenta de que con tus argumentos falsificados estás dañando a alguien a quien le importas y que se toma lo que dices totalmente en serio. Significa mucho todo lo que opines sobre él y aunque no sientas lo que argumentan tus furiosas frases, le preocupa que le veas de ese modo tan miserable. Incluso llega a verse como un triste miserable, creándose una nueva imagen sobre sí mismo influenciada por tus palabras.
Cuando el silencio aparece, te arrepientes al instante de todo lo que has dicho, pero piensas que ya es demasiado tarde para disculparse. Ves el sufrimiento en sus ojos y sientes que no puedes hacer nada para ayudarle.

¿Por que discutíamos?... ya ni siquiera lo recuerdas.
Él ya no está allí. Se ha marchado sin despedirse, con la mirada perdida, pensando en tu falsa opinión que él considera la única y verdadera. ¡Estás tan arrepentida!
Cuando al fin recuerdas el motivo de la discusión, piensas que lo que ha ocurrido ha sido mil veces peor. Podrías haberlo evitado. Te gustaría poder retroceder unos minutos y simplemente darle la razón a él. Su sonrisa se acentuaría y le habrías hecho feliz con tu acuerdo.... Ahora sientes que le has decepcionado, te sientes tan miserable como él al pensar en la discusión y en tus palabras. Te ves incapaz de hacer algo para arreglarlo... ¿Acaso tiene solución? Te sientes sola, muy sola y detectas lagrimas surcando tus mejillas. La habitación se inunda de sollozos.
"¿Tan dificil era decirle que sí, que tenía razón?"-te recriminas. Era mucho más fácil. "Sí", un simple "sí". ¿Tanto te costaba decirlo? Habría sido una mentira, pero una pequeña mentira de 2 letras y no una enorme mentira de falsos argumentos como la que le has soltado.  Sientes unas ganas incontenibles de buscarlo y pronunciar el simple y conciliador "Sí", pero ya es tarde, demasiado tarde....

Autora: JustSmileAndDreams

4 comentarios:

  1. Sin palabras me has dejado :S
    Bueno, supongo que esto nos ha pasado a todos alguna vez, ese momento de la discusión en la que lo único que te apetece es abrazar a la otra persona...
    Aaah, qué -malos- recuerdos.
    Un beso..

    M.

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    Respuestas
    1. Gracias Belen ;)
      Si, esta entrada la escribí por una discusión muy fuerte con mi padre pero lo cambié un poco como si fuera las tipicas peleas de pareja aunque los sentimientos no varían mucho sea una amiga, un padre o tu amor...
      Ya ves... suerte que la mayoria de veces se soluciona!
      Un besazo ^^

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  2. dios!te estas superando cariño!!!!!sigue asi por favor,que ya te veo como autora de un libro famosisimo o algo asi!ERES LA MEJOR :*

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    1. jajajaja tu ves demasiado la teleee!! jajaj TKieroooo!!
      CHe Che Cherry!!

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