En ocasiones, tus manos son las únicas que pueden controlar aquello que resulta dañino para tu persona. Tus seres queridos podrán apoyarte, intentar ayudarte e incluso, aquellos más cercanos, podrán influirte haciéndote divisar por momentos el buen camino; sin embargo, tu voluntad y tu motivación interna serán las fuerzas determinantes.
Pero, ¿Y si el hecho de eliminar aquello que tanto sufrimiento te provoca afecta negativamente a otras personas? En casos como estos entra en juego una tercera fuerza determinante. ¿Debes mirar antes por tu bien o por el de tus allegados? ¿Es preferible continuar decepcionándote a ti misma o ver la decepción en los ojos de aquellos que realmente te quieren?
Le das vueltas y más vueltas a lo que deberías hacer; a que opción sería la más adecuada, la correcta... Sientes como la impotencia se apodera de ti. Tu mente, saturada de hipótesis, pros y contras; acaba por bloquearse, impidiéndote pensar con claridad.
Y así transcurren los días, con la misma situación, sin cambios. Los cortes internos se multiplican, los pensamientos se ensombrecen y la esperanza se pierde con el paso del tiempo, como si de un reloj de arena se tratara.
Autora: Alicia JSAD
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